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Duermen, no puedo más que admirar esa paz eterna. Cuando despiertan, el día se agota entre plastilina y arroz regado en la cocina y el comedor. Montones de ropa me acusan con responsabilidades a medias, la escoba y su baile infinito me escoge antes de tener a la bebé navegando entre piecitos traviesos. El mundo de lxs niñxs me cautiva y, entre gritos de alegría y rabia, envuelve con amor este sutil deseo de un mundo nuevo.

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